Segregada por el hipotálamo (localizado en el cerebro), la oxitocina es reconocida como la hormona del amor (también de la verdad o de los abrazos). Se genera a medida que realizamos actividades que nos producen bienestar, por ejemplo, cuando consumimos nuestra comida favorita, recibimos un mensaje agradable, durante la intimidad (ya sea propia o con la pareja) o cuando creamos vínculos afectivos con otras personas e incluso mascotas.
La oxitocina mejora nuestros estados físicos y emocionales, por ejemplo en el campo físico nos ayuda a mantenernos más relajados, disminuyendo la tensión arterial y regulando el ritmo cardíaco, facilita la digestión de los alimentos, lo que a su vez permite que se absorban más fácilmente.
En lo que respecta al tema emocional, crea pensamientos más optimistas sobre nosotros mismos, fortaleciendo nuestra confianza y amor propio, con lo cual nuestra autoestima crece.
La sexualidad es una de las grandes beneficiadas por esta hormona, pues permite despertar la excitación sexual, por ejemplo en el hombre le ayuda a mantener sus erecciones y junto a la dopamina y norepinefrina (otras hormonas que produce nuestro cuerpo) se transforman en los agentes perfectos para relaciones de larga duración.
También, según los resultados de estudios realizados a grupos de mujeres, se piensa que quienes alcanzan el clímax de placer tienen niveles más altos de oxitocina, generando en sí mismas estados de confianza y unión mayores, lo que probablemente se vea reflejado en las conversaciones después del acto sexual donde se pueden compartir sentimientos, creando vínculos de pareja más fuertes.
Además, se ha demostrado científicamente que la oxitocina en edades avanzadas colabora a prevenir ciertos padecimientos como la demencia senil, mantener la regeneración muscular e incluso aliviar síntomas.
En resumen, date la oportunidad de amar y sentirte amad@.
